(Escrito el 07/08/07
La obediencia sólo se entiende desde la fe y el amor de Dios.
"Yo nunca pensé en hacerme sacerdote, ni en dedicarme a Dios. No se me había presentado ese problema, porque creía que no era para mí. Más aún: me molestaba el pensamiento de poder llegar al sacerdocio algún día, de tal manera que me sentía anticlerical. Amaba mucho a los sacerdotes, porque la formación que recibí en mi casa era profundamente religiosa; me habían enseñado a respetar, a venerar el sacerdocio. Pero no para mí: para otros.
De la “inquietud divina”, del desasosiego interior, había pasado Josemaría a la certeza de que el Señor “le quería para algo”. Barruntaba el Amor; y, conforme a ese amor, se entregaba, arrastrando en sacrificio todas las apetencias humanas encerradas en el corazón. Por su modo de reaccionar, por la prontitud y alegría con que decidió hacerse sacerdote, probablemente no consideró aquella entrega un sacrificio sino una alegre donación de todo su ser.
Su ut videam! era una súplica de enamorado impaciente, un querer saber más para dar todo lo que se le exigiera, una petición de luces para encaminarse rectamente al cumplimiento de la Voluntad de Dios" (Vazquez de Prada).
¿Por qué me pide Dios que le ame?
Porque me quiere y quiere darme su amor. Y Dios me pide que le ame libremente. Aquí reside la grandeza de nuestra libertad.
Benedicto XVI explica que la libertad humana -limitada- solo alcanza su plenitud cuando se une en comunión de amor a la voluntad divina: "comprométete con Dios; y entonces verás que precisamente así tu vida se ensancha y se ilumina, y no resulta aburrida, sino llena de infinitas sorpresas, porque la bondad infinita de Dios no se agota jamás" (Benedicto XVI, homilía en la Misa Solemne en San Pedro para conmemorar los 40 años de la clausura del Concilio Vaticano II, 8/12/05).
El amor a Dios va creciendo en nuestra vida, y cada vez Dios pide más, y cada vez es más fácil amarle, a pesar de las limitaciones.
A medida que crece el amor a Dios es más fácil la entrega, la lucha, la vocación, todo. Las limitaciones de nuestra naturaleza no son un obstáculo para nada. Tenemos el ejemplo de Juan Pablo II, el atleta de Dios, consumido el Viernes Santo sin poder hablar, mudo.
Toda dirección espiritual no hace otra cosa que secundar en un alma la voz de Dios.
Tenemos un riesgo, que es fruto de nuestra libertad: tratar de ir, no por donde Dios quiere que yo vaya y al ritmo que Dios quiere que yo vaya, sino por donde a mi me parece que debo ir.
Sí, quiero ser santo, pero a mi manera, a mi modo. Ese peligro es exclusivo de almas que se han entregado a Dios (como el empacho, que es un peligro de quien ha comido en abundancia, no del que pasa hambre).
¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios, como en la obediencia a la palabra del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros (Is 15, 22).
Padre Pío. D. Pedro Casciaro. "Este hombre es santo porque ha pasado la prueba de fuego de la obediencia".
Erat subditus illis.
El sentido de la obediencia en el mundo. La razón profunda no es por una razon de obediencia.
Virtud que humanamente cuesta cada vez más, porque las razones humanas se van diluyendo: la edad, la experiencia de la vida. Las razones que servían al principio se pueden volver en contra.
No obedecemos a personas concretas sino a Dios a través de personas concretas y las personas son intercambiables.
El mayor acto de desprendimiento es la obediencia.
Hace muchos años en un libro de D. Salvador Muñoz Iglesias, decía que erat subditus illis podia estar grabado en los dinteles de las puertas de los Sagrarios, siendo illis no la Virgen y San Jose sino nosotros.
Cristo a nuestra disposición. La Santa Misa.
La redención la hizo con obediencia a Dios y la sigue haciendo con obediencia a los hombres.
Obediencia a personas que lo hacen el hazmereir del mundo: soldados jugando con un condenado a muerte. Se somete a los hombres porque obedece a Dios.
Por la desobediencia de uno…, por la obediencia de uno, todos justos.
Mi alimento es hacer la voluntad del Padre.
Oración del huerto.
Carta Hebreos 5, 8. Siendo hijo de Dios aprendió a obedecer padeciendo. Aprendió a obedecer en la cruz, en la muerte. 'Y fue hecho autor de salud eterna para todos los que le obedecen'. La gloria eterna está en función de nuestra obediencia.
La obediencia comienza por la obediencia a Dios en la oración. Difícilmente obedecemos si no hacemos caso a Dios en lo que nos esta pidiendo.
- Darse cuenta de lo que pide Dios.
- Luces en la oración.
- Cómo lo intento poner por obra.
Benedicto XVI en el cónclave.
Año 97. Padre fue a Madrid. Tajamar 8/09/97. Iniciaba su año 50 en casa. Habló de obediencia: cuando cueste la obediencia, meditar la oración del huerto. Ver a un Cristo obedeciendo... Hay momentos en que la obediencia puede ser heroica. Hay que ver la redención que Cristo hace en el mundo con la oblación de todo nuestro ser: la obediencia cuesta en el alma y en el cuerpo.
Si la obediencia no nos cuesta puede ser que seamos sordos selectivos: lo que no nos interesa no lo oímos.
Los sordos selectivos son los que mejor oyen.
Obedecemos al Padre a través de los hombres.
Que sepamos siempre sobrenaturalizar la obediencia. Pasar por la oración lo que no entendemos haciendo la oración del huerto y un acto de entrega: ¡Señor aquí estoy para hacer tu voluntad!
Si la voluntad de Dios no coincide con la nuestra ya sabemos lo que tenemos que hacer.
La oración nuestra de petición tiene que concluir como la del huerto, si no, es oración inconclusa.
En un ctr donde se obedece y se vive con la delicadeza de la obediencia sobrenatural, en ese ctr reina y obra Dios.
“Quiero remacharos la idea de que Dios os espera en el mandato que recibís. De la forma en que obedecéis podéis deducir vuestra correspondencia a la gracia”.
La redención, con obediencia. Cristo actúa en el mundo, en la Misa, por la obediencia. Nosotros nos unimos a Cristo por la obediencia.