6.1.08

El santo rosario



Lourdes..., Fátima... Un consejo de la Virgen: ¡Rezad el Rosario!

El Santo Rosario es una devoción muy antigua. Es una meditación de la vida de Jesucristo y de la Virgen María.

"La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar los misterios de Cristo, como en el Rosario. La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo". La meditación de estos misterios conduce a la contemplación, pues, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "esta forma de reflexión orante es de gran valor, pero la oración cristiana debe ir más lejos: hacia el conocimiento del amor del Señor Jesús"[1].

Dice San Josemaría en la introducción de su libro Santo Rosario:

He de contar (...) un secreto que puede muy bien ser el comienzo de ese camino por donde Cristo quiere que anden.

Amigo mío: si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño.

Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños.

Y todo esto junto es preciso para llevar a la práctica lo que voy a descubrirte en estas líneas:

El principio del camino, que tiene por final la completa locura por Jesús, es un confiado amor hacia María Santísima.

–¿Quieres amar a la Virgen? -Pues, ¡trátala! ¿Cómo? –Rezando bien el Rosario de nuestra Señora.

Rezar bien el Rosario. Que no nos pase lo que dice San Josemaría en Surco: “Un triste medio de no rezar el Rosario: dejarlo para última hora. Al momento de acostarse se recita, por lo menos, de mala manera y sin meditar los misterios. Así, difícilmente se evita la rutina, que ahoga la verdadera piedad, la única piedad”[2].

“Siempre retrasas el Rosario para luego, y acabas por omitirlo a causa del sueño. —Si no dispones de otros ratos, recítalo por la calle y sin que nadie lo note. Además, te ayudará a tener presencia de Dios”[3].

Y seguimos meditando unas palabras de San Josemaría:

Pero, en el Rosario... ¡decimos siempre lo mismo! –¿Siempre lo mismo? ¿Y no se dicen siempre lo mismo los que se aman?... ¿Acaso no habrá monotonía en tu Rosario, porque en lugar de pronunciar palabras como hombre, emites sonidos como animal, estando tu pensamiento muy lejos de Dios?

Rezar bien el Rosario: "El Rosario no se pronuncia sólo con los labios, mascullando una tras otra las avemarías. Así, musitan las beatas y los beatos. —Para un cristiano, la oración vocal ha de enraizarse en el corazón, de modo que, durante el rezo del Rosario, la mente pueda adentrarse en la contemplación de cada uno de los misterios”[4].

“Despacio. Mira qué dices, quién lo dice y a quién. Porque ese hablar de prisa, sin lugar para la consideración, es ruido, golpeteo de latas. Y te diré con Santa Teresa, que no lo llamo oración, aunque mucho menees los labios”[5].

–Además, mira: antes de cada decena, se indica el misterio que se va a contemplar.

–Tú... ¿has contemplado alguna vez estos misterios?

Hazte pequeño. Ven conmigo y –este es el nervio de mi confidencia– viviremos la vida de Jesús, María y José.

Cada día les prestaremos un nuevo servicio. Oiremos sus pláticas de familia. Veremos crecer al Mesías. Admiraremos sus treinta años de oscuridad... Asistiremos a su Pasión y Muerte... Nos pasmaremos ante la gloria de su Resurrección... En una palabra: contemplaremos, locos de Amor (no hay más amor que el Amor), todos y cada uno de los instantes de Cristo Jesús.

Esto es lo que hacía el Papa Juan Pablo II continuamente (uno de sus colaboradores contaba que siempre llevaba el Rosario en la mano), y es lo que hace el Papa Benedicto XVI. Todos los Papas han recomendado el rezo del Rosario. Juan Pablo II regaló muchos. Recemos el rosario también por las intenciones del Papa y le estaremos apoyando de verdad.

Rezar bien el Rosario.

Virgen Inmaculada, bien sé que soy un pobre miserable, que no hago más que aumentar todos los días el número de mis pecados..." Me has dicho que así hablabas con Nuestra Madre, el otro día. Y te aconsejé, seguro, que rezaras el Santo Rosario: ¡bendita monotonía de avemarías que purifica la monotonía de tus pecados![6]


[1] Cfr CEC, 2678 y 2708

[2] Surco, 476

[3] Surco, 478

[4] Surco, 477

[5] Camino, 85

[6] Surco, 475