
Fuente: en Cr Lituania (Vilnius), 27/07/04 -con Javier Gáldiz-; D. Fernando O.
“El que tenga oídos para oír que oiga”. Pedimos al Señor que nos ayude a abrir los oídos para escuchar y entender sus palabras. Que tengamos oídos para escuchar las palabras del Padre que son palabras del Señor, porque es un representante del Señor. Tendrán la eficacia de la palabra de Dios –penetrante como espada de doble filo- y tendrán una gran eficacia apostólica.
Nos situamos en el contexto de la gran misión que el Señor nos ha confiado: hacer la Obra aquí y en todo el mundo. Por la comunión de los santos no estamos nunca solos.
Tenemos una misión. Y nuestra misión no es una labor más, o una labor menos bonita… Es algo encuadrado en la gran tarea de recristianizar el mundo, de poner a Cristo en la cumbre de la sociedad.
Transfiguración. 1931. Et ego, si exaltatus fuero a terra… Y comprendió que serían los hombres y mujeres de Dios… “Y vi triunfar al Señor atrayendo a sí todas las cosas”.
También nosotros tenemos que ver triunfar al Señor. Es una visión de fe, de esperanza. Como la de nuestro Padre: en el año 31 estaba sólo.
Cristo ya está triunfando. Cuando la siembra es de santidad nada se pierde. Que sepamos siempre esto: nunca es inútil nuestro trabajo. Somos continuadores de la historia de
Dificultades. Habrá esta mezcla de bien y de mal hasta el fin del mundo. Pero los frutos vendrán. “Y vi triunfar al Señor…”
Unos pocos son salvación para muchos. Esto forma parte del misterio de
Quare fremuerunt gentes? ¿Por qué hay tanto mal en el mundo?
En la primera lectura, el profeta Jeremías presenta el panorama catastrófico del siglo VI a. C.
El apóstol Judas Tadeo pregunta a Jesús “¿qué ha pasado para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?” ¿Por qué te has manifestado a nosotros?
Respuesta de Cristo: “Si alguno viene a Mi, mi Padre le amará y vendremos a Él y haremos morada en Él”. Es como decirle: quiero manifestarme al mundo a través tuya.
Somos la presencia de Dios en el mundo.
¿Cómo? Tenemos más medios. No estamos solos.
Oración. Mortificación. Trabajo.
1. Oración.
La Obra ha salido sólo con oración. Con palabras y sin palabras. Oración sin palabras: la mirada a Jesús. Una oración que es estar con Él, vivir con Él, trabajar con Él, descansar en Él.
San Marcos: el Señor escogió a doce apóstoles para que estuvieran con Él. Después añade: “para predicar”, “para echar demonios”.
Unión con Cristo. No nos identificamos con un modus vivendi.
Ipse Christus, identificarnos con Él.
Habrá oración filial, de hijos de Dios.
“Señor, enséñanos a orar”. Respuesta de Jesús, “Habéis de rezar Padrenuestro…”.
Oración de hijos pequeños, perseverante.
Rezar con toda la Obra “Padrenuestro”. No una oración personalista. Una oración llena del cariño a los demás.
¿Cómo era la oración intensa de nuestro Padre? “¿Ya rezas, hijo mío? Yo no paro, hijo mío”.
Somos hijos pequeños. Te pedimos fuerza para rezar más.
La oración ha de crecer. También nuestro espíritu de contemplación.
2. Empeño de más mortificación. Porque la oración y la mortificación crecen a la vez.
“Si no eres mortificado nunca serás alma de oración”. Si no crecemos en mortificación no crecemos en oración porque van unidas.
Es la oración de los sentidos. Aceptarla cuando viene. Buscarla. Cambios bruscos de circunstancias. Todo lo que supone dolor. Allí nos espera el Señor para unirnos a
3. El trabajo, convertido en oración.
Nuestra vocación nos pone en la actividad humana. No somos ascetistas. Sacar la Obra a base de oración es convertir el trabajo en oración. Así veremos triunfar a Cristo. Bien hecho, ordenado, constante, con rectitud de intención para que sea santificado.
Tenemos por delante un panorama inmenso que se afronta con oración, mortificación y trabajo.
También hemos de cuidar
Unidad, que es la unidad de
La unidad es consecuencia de la caridad.
La unidad tiene un nombre y un apellido: filiación y fraternidad. Si no hay unión con el Padre, no hay eficacia.
“Los fieles deben estar unidos a su obispo como la Iglesia con Cristo y Cristo con Dios Padre”. Palabras del Concilio Vaticano II. Palabras fortísimas.
Unión, con oración por el Padre. Unidad, con mortificación concreta, diaria. Unidad que es sintonía espiritual: interés por seguir las enseñanzas, los escritos del Padre. Vivirlas. Vibrar con la vibración con que vibra el Padre.
Fraternidad. Que os queráis. Un querer que tiene tantas manifestaciones de cariño y comprensión. No es cumplir un deber, “¿cuál es mi encargo?”, es darse cuenta de lo que necesitan los demás.
Alegría. Estaremos contentos. Con esa alegría tendremos una gran fortaleza. “No estéis tristes porque la alegría del Señor es vuestra fortaleza”.
Una persona triste es débil. Ante las dificultades se encoge.